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La Muá

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miércoles, 10 de diciembre de 2014

No robar, No mentir, No ser flojo... BOLIVIA

En un abrir y cerrar de ojos, en medio de la resaca wachumesca, pasé de Perú a Bolivia. De cabeza al origen de la civilización Inca, la Isla del Sol, en el lago Titicaca. Parecía no haber cambiado de país.
En medio de la civilización Tihuanaqueña, aparecieron dos hombres caídos del Sol. Los primeros dos Incas, en un ladito de la arrebatadora isla y allí se quedaron para asentarse y luego expandirse por el altiplano. 

No robes, no mientas y no seas flojo era la ley Inca. El castigo era ser sacrificado, y era real, estos incas no se andaban con chiquitas. No sé si con pena de muerte pero no me parece mal la norma. Yo me la apunto. 
Esta pequeña isla, en un día ha hecho las delicias de mi viaje. Y con ese día, ya había merecido la pena mi paso por Bolivia. Tres horas de caminata del norte al sur para deleite de mis ojos y mi espíritu y como colofón, cenar frente a la puesta de sol más maravillosa que jamás he visto. El sol parecía ponerse sólo para mí.

Mi resto de Bolivia ha sido curioso a la vez que fantástico. Reencuentro genial con mi grandísimo Alistair, sobrevivir a la altura, sobrevivir a la bajada en bici por la Carretera de la muerte y sobrevivir a mi primera gran Sra. Diarrea del viajero en muchos años.
A una hora de salir para el tour al Salar de Uyuni, se me pegó el culo al WC y hasta el alma sentía que por ahí se me iba... pero qué malita estaba. Me pasé el primer día de tour tirada en el asiento de atrás del Jeep. Poco ví, pero al menos el salar sí, tumbada sobre él, y con foto de rigor incluida. El resto a medias tintas.

Sin contar el norte selvático, que no ví, de la Paz al sur, Bolivia es un desierto. Kilómetros y kilómetros de nada. El altiplano en su estado más puro. Superar los 5000 metros de altura y seguir conduciendo por planicies que recuerdan a Marte, no tiene precio. Planicies desérticas moteadas de lagunas de colores que, a pesar de su túfido odor, están inundadas de preciosos flamencos, sin duda, no tiene precio.

Ha sido demasiado poco tiempo, mucho me ha faltado por ver. Pero lo que más echo en falta es el haber experimentado el contacto con la gente local, traspasar la timidez Boliviana. Ha sido un viaje a salto de sapo, al estilo "turista-planta-banderitas" sin demasiada inmersión. Ni que decir tiene que no me queda otra que volver y disfrutar de este fantástico y desconocido país.

Como saliendo de un extraño ensueño extraterrestre, cruzo la frontera a San Pedro de Atacama. El desierto chileno y otro gran reencuentro me esperan. Thank you, universe! :)

Isla Incahuasi. Salar de Uyuni



miércoles, 27 de noviembre de 2013

Hanan Pacha, Kay Pacha, Uku Pacha... PERÚ


Los Incas no eran tontos. Bueno, EL Inca [Enqa (ser iluminado), para ser correctos], porque a diferencia del conocimiento extendido por los españoles que aquí quisieron depositar su huevo, el Inca era uno, el "rey", nadie más. El resto eran Quechuas (Qechuas, para ser correctos), y como tales se denominaban a sí mismos. 

Así que el Inca no era tonto. En la actualidad, se pagarían millones de euros por abrir el ojo cada mañana e impactarse día tras día con esas gloriosas vistas. Nunca he sentido nada similar en ninguna otra parte del mundo. De hecho, pensaba que ya estaba "curada de espanto" ante paisajes de impresión. He visto ya unos cuantos sin que se me moviera un pelo. Sin embargo, aquí la energía se masca, quieras o no. Esas montañas te atrapan, te envuelven y a mí me inundan de una energía que me eleva, se me llena el pecho. Llámame loca, exagerada pero es exactamente así lo que he sentido aquí. 

No hay duda de que la ciudad de Machu Picchu es impresionante. Especialmente cuando llegas a ella exhausto, y sin oxígeno por la altura, tras haber subido esas "escaleritas" hasta la cima; ves la dimensión del lugar y te preguntas: "¡¿cómo leche hicieron estos Incas medio-metro para construir todo esto aquí arriba?!" Increíble. Y, sin embargo, son tantas las hordas de turistas que lo cubren como hormigas que la magia de esa primera impresión se esfuma en un chascar de dedos. 
No, la ciudad del Machu Picchu no me ha enganchado, la verdad. Pero las que sí se me han calado hasta los huesos son esas imponentes montañas que la rodean. Más de la mitad del tiempo que allí estuve (y fueron unas cuantas horas), las pasé sentada de cara a unas y otras montañas. Dejándome envolver por esa densa energía. Indescriptible. Sin duda alguna, mi number one.

No he visto mucho más de Perú. Cuzco, algo de sus alrededores, alrededores de Machu Picchu y, por supuesto, Machu Picchu. Poco tiempo pero mucha gente, geniales experiencias y mucho aprendido, cómo no. 
He "re-aprendido" que el miedo no existe más que en mi cabeza, pero dejo que me limite y me hiper-protejo. Sí, tal cual, como si de mi propia madre se tratase, evitando que su niñita lo vaya a pasar mal. 

Me embarqué en un trekking de 5 días (sólo 4 al final, gracias a Dios o al divino universo, ¿o no Alistair? ;) ) subiendo hasta los 4650 metros de altura, de camino a Machu Picchu. Eso después de 4 días en Cuzco sufriendo inconscientemente el mal de altura, con diarrea y faltándome la respiración con sólo caminar por la ciudad. Me sentía una "caquita" (y nunca mejor dicho), debilucha. Me daba miedo el trekking sin haber entrenado, mi rodilla, no estar preparada para el frío que íbamos a pasar, la altura, mi debilidad, ... en resumen, todo.
A un pelo estuve de cancelarlo, fingir enfermedad grave repentina y pedir devolución del dinero. En mi mente, un arrabal de excusas perfectamente engarzadas. Menos mal que mi lado más "irracional" y pasivo no dejaba de repetirme: "Ya has pagado, mona, así que ajo y agua, my dear". Y una tímida vocecilla: "Yo creo que... yes, you can..." Así que la inercia metió mis miedos en la mochila y allá nos fuimos, sólo para comprobar que sí, fué duro; pero, ni de lejos, tanto como mis augurios preveían. Y YES, I CAN. Cada suspiro mereció la pena como ningún otro. 

También es verdad que al final acabé emocionándome con mi poderío físico y quizá se me desvanecieron los límites un poco demasiado. Todavía no controlo del todo lo del " ni tanto, ni tan calvo"... qué se le va a hacer, no se puede aprender todo de una vez. Así me queda algo en la maleta de "cosas por aprender" y vuelvo pronto, porque sí, ¡VOLVERÉ!



Kokopelli Hostel. Cusco, Perú.

viernes, 15 de noviembre de 2013

Vive... Colombia

He dejado Colombia sin ver mucho, la verdad. Una pena porque es un país paraíso para el viajero. Del caribe al Amazonas. Mar, montaña, selva, cultura, café, música, mucha rumba, mucha vida.

Mi paso por Colombia no se ha cargado tanto de lugares que recordar como de experiencias. Experiencias que me han demostrado que lo mejor es dejarse fluir en la vida y confiar en ella. La vida te lleva donde te tiene que llevar y te cruza con las personas que te tienes que cruzar justo cuando te las tienes que cruzar. Ya sé que suena a cliché New Age, pero es que cuanto más vivo, más real se hace en mi vida.
Mi paso por Colombia no ha dejado de recordarme que TODO pasa por una razón. Me paro a recordar y no salgo de mi asombro. Me ha quedado claro que este país era inevitable en mi viaje.

Tengo que reconocer que antes de llegar estaba un pelín "cagadita". ¿Me atracarán? ¿Me secuestrarán? ¿Saldré sana y salva con la mochila todavía a cuestas? Ningún otro país ha generado tantos: "Ana, ten cuidado que vas sola". Me he cansado de tanto "ten cuidado" y de tantos miedos alojados en tantas cabezas. Yo ya soy, de por si, desconfiada y precavida, muchas veces en exceso. Me ha llegado a cabrear tener que luchar contra esos miedos de otros para que no limitaran mi experiencia. Pues bien, no me han secuestrado, he salido con la misma mochila sobre los hombros y no me han atracado (o bueno, casi, jeje). Es verdad que he conocido gente a quien han robado e incluso atracado pero también los he conocido en España o Australia y a nadie se le ocurre no visitar estos paises por esa razòn.

¿Es Colombia más insegura que España? Sí, sin duda, pero tambièn dependiendo de dònde te metas y la ligereza con la que te muevas. Pagan justos por pecadores. Los colombianos con los que me he topado han sido de lo más acogedores y voluntariosos, simplemente encantadores. Se respira rumba y alegría en un país, para mi sorpresa, apasionante. Y por el que se hace fácil viajar. Aquí tengo mi vuelta asegurada.

Ha sido corto pero intenso. Me llevo muchísimo aprendido y por aprender y, lo mejor, personas con las que sé que voy a seguir enriqueciéndome. En tres palabras, Colombia ha molado.


jueves, 31 de octubre de 2013

Ay, papi, Cuba... Mi Cuba libre!


Dejo Cuba con una extraña sensación. La sensación de que me falta algo. Que me falta algo por conocer, por ver, por saborear, por sentir, no lo sé, pero siento que me falta algo por vivir aquí. Me voy con un sentimiento incompleto. Decir que me ha encantado no es lo primero que me viene a la cabeza, la verdad, sin embargo siento algo especial. Esa emoción que sólo los lugares que te llegan dentro te dejan cuando te vas. 

De todos los países y culturas que he conocido en mi vida, Cuba es, sin duda alguna, el más curioso y complejo. Casi inabarcable. Me pregunto si los propios cubanos entienden verdaderamente los entresijos de su propia cultura. 

Llevo dos semanas debatiéndome en la dicotomía del "me gusta - no me gusta (tanto)" y sigo en la misma confusión o peor. 

Cuando llego a la conclusión de que en este país "TODO", hasta el acto más aparentemente arbitrario y altruista tiene un precio, ¡toma! ahí me veo de bruces con la excepción que confirma la regla. Porque sí, la regla yo diría que existe, pero parece que una cara bonita y una honesta sonrisa tienen más poder del que pensaba. 

Eso sí, no he conseguido acostumbrarme a sentirme un dolar andante. Es una pena porque sé que he perdido la oportunidad de enriquecerme en conversaciones con mucha gente, sólo por evitar enfrentarme por vigésima vez en un mismo día al timo al turista o a la gran preguntica: "Y un dolar, ¿no tendría?, ¿un cuc?". De verdad que ójala pudiera yo ayudar a todo el mundo, que las monjas hicieron bien su trabajo conmigo, pero no. 

Me voy con la autoestima bien alta, eso sí. Aunque tengo que reconocer que eso en Cuba no tiene mucho mérito. Ya lo dicen ellos, para los hombres cubanos, las mujeres, la música y el ron son lo primero. Me ha quedado claro. De todas formas, aunque a veces saturada, creo que voy a echar de menos tanta atención masculina de vez en cuando, jeje.

No he conocido a "mi cubano", en contra de los mejores augurios. Pero he de reconocer que aquí he visto los hombres más atractivos, con esas miradas sensuales y ese juego tan natural. Cuba ya lidera mi lista. El mundo chocolate me mola, y con ritmo latino más.

Pero lo que ha puesto la más deliciosa guinda al gran pastel cubano, junto con esa alegre cadencia, el encanto y el brillo en los ojos de su gente, es la música. Me tiene enganchada cual droga dura. Increíble, ya tengo mono y aún no me he ido. Cuba es una bomba de arte contenido. Espectacular. Aquí he visto de lo mejor de mi vida. He descubierto el jazz cubano que me hace vibrar y me levanta el alma. Jazz, salsa, música fusión, afro-cubana y hasta el tan rechazado por mí regetón, me encienden en esta isla. 

Sé que no tardaré en volver porque, sea como sea, Cuba me ha enganchado.




Playas del este. La Habana, República de Cuba

viernes, 18 de octubre de 2013

Ser irrazonable crea milagros...

Adiós Méjico lindo. Qué pronto se han pasado estas dos semanas y, sin embargo, no podía haber empezado mejor mi viaje. Nunca hubiera pensado que un curso de tres días, como el que hice al llegar a Méjico, podría cambiar tanto mi vida. He aprendido más que en meses.

Entre todo ello, que mi prepotencia me empobrece y me limita y que sí, que soy mucho más prepotente de lo que admito. Ojito al dato, ¡señores!

He aprendido que en nuestro aprender a sobrevivir en la vida, construimos "nuestra personalidad" y la asumimos como innata cuando, en realidad, es un mero conjunto de hábitos; comportamientos y procesos mentales aprendidos. Punto. Y, como tales, se pueden cambiar. Así que puedo ser la persona que realmente siento que quiero ser y me hace feliz, sin importar quién/cómo haya sido hasta ahora. Lo que me proponga... la imaginación se me atora con tantas posibilidades.

He aprendido que con la edad nos alejamos cada vez más de ser auténticos. Llenamos la mochila de piedras de pasado y la anclamos a nuestro subconsciente sin darnos cuenta. Nos acostumbramos a su carga de tal modo que ya ni las vemos. La vida, en su día a día, se nos llena de "razones" para no hacer, decir o sentir infinidad de cosas. Nos encadenamos nosotros, nuestro presente y nuestro futuro al pasado. Nos hacemos presos de un pasado que, en realidad, no es más que un cúmulo de interpretaciones que vamos haciendo de lo que realmente va pasando. Vamos, que no existe, nosotros solitos lo inventamos.

Yo nunca le había dicho a mi padre cuánto le quiero y lo orgullosa que estoy de la educación que ambos, mi madre y mi padre, nos han dado a mi hermano y a mí. Cuánto valoro lo afortunada que soy en mi vida gracias a todos sus sacrificios y todo su amor. NUNCA se lo había dicho a mi padre pero es que tampoco a mi madre de forma honesta y auténtica. Y lo mismo con mi hermano. Siempre me quedo en el cliché y la broma. Puede que haga más de 20 años que no era tan auténtica con ellos como cuando les llamé durante el curso.

¿Por qué nunca lo había hecho? Por las innumerables razones que todos encontramos para no hacerlo. Razones para no ser honestos, razones para no ser espontáneos, razones para no expresar honestamente nuestros sentimientos, razones para no dar amor, razones para no hacer nada que implique amor y, a veces, razones hasta para no sentir. Porque "siempre" nos hemos comportado de una forma determinada y hemos asumido que, de ninguna manera, podemos salirnos de ese patrón de comportamiento. En realidad, sólo por MIEDO. Miedo al qué dirán si nos salimos inesperadamente de nuestra norma. Miedo a ser vulnerables, miedo a ser rechazados. Miedo, miedo, miedo que, como el pasado, no existe más que en nuestra cabeza, es una pura creación nuestra. No hay más.

He aprendido que "ser irrazonable", no dejarse llevar por las "razones", crea milagros. Da un vuelco al mundo que nos rodea, sí, ese que pensamos que nunca cambia ni va a cambiar. Pues, ya vés, sólo depende de nosotros mismos que cambie. Yo, a partir de ahora, inesperada e irrazonable, a la mierda las razones, me cueste lo que me cueste. Porque cuesta... ahora sólo me queda aprender a acallar el razonamiento desenfrenado de esta cabecita loca. Pero me lo he propuesto así que lo conseguiré! ;)



Escultura. Museo de Arte Contemporáneo MACO. Oaxaca, Méjico.

viernes, 4 de octubre de 2013

Me las piré...

Que sí, que al final sí era verdad que dejaba el trabajo y me iba de paseo por el mundo... Ay, omà!

Me imagino la iluminación que debió ser para Albert Camus llegar a la conclusión de que "La vida es la suma de todas tus decisiones". Parece simple y la verdad es que no descubrió el mundo con la frasecita, pero a mi me ha llevado 33 años ser consciente realmente de lo que significa. Y menos mal, porque hay quien abandona este mundo triste y frustrado sin haberlo jamás entendido.

Sin apenas pensarlo, tendemos a aceptar sumisamente nuestra vida como la irremediable consecuencia de las decisiones, expectativas y circunstancias de nuestro entorno, de los demàs. Nos sentimos títeres de la caprichosa "vida", con sus vaivenes, idas y venidas ante las que nos vemos sin voz ni voto. Yo me he pasado veintitantos años quejándome de la "injusta" vida, curioso teniendo en cuenta lo afortunada que soy. Vamos que verdaderamente tengo una señora flor en el culo y, aun así, pefería regocijarme en la mierda que yo misma me ponía ante los ojos... la perversa mente.

Sinceramente creo que TODO en la vida pasa por una razón y lo peor (o mejor, yo diría) es que la mayor parte de lo que nos pasa es pura consecuencia de nuestras propias decisiones (decisiones de acción o inacción). La "injusta" vida de la que me quejaba me la estaba cocinando yo solita, y sin saberlo.
Así que, para mi llegó el momento de decir bye, bye a mi actitud sumisa y pasiva y dedicarme a regar mi flor, a crearme yo la vida que yo quiero. Adios a un trabajo que no me enriquece y de cabeza a lo que verdaderamente me llena, cueste lo que me cueste (Oh, yeah!). Aunque sé que no me va a costar demasiado, lo sé... Jeje, sí, el optimismo se viene conmigo!

Hasta fin de año, con la mochila a lo que me traiga la vida por Latinoamèrica y a partir de enero, mucho màs y mucho mejor!! :)




Mural en el Hostal Dos Fridas y Diego. México DF.